Douglas B. Patterson

Como cada mañana, Douglas se levanta temprano para enterrar las pruebas del delito: una botella casi vacía de un antiguo whiskey en la que se ahoga el vago recuerdo de Grace. Se enfunda con movimientos metódicos en su traje color negro, en cuyos bolsillos se oculta su placa del FBI: Douglas B. Patterson, agente especial, Unidad de Investigación de Homicidios.

Sale de su minúsculo y viejo apartamento a paso ligero ajustándose todavía su corbata, no sin antes recuperar su vieja nueve milímetros, la que hace ya tanto tiempo le acompaña fielmente. Y camino a la oficina, sólo piensa en cómo son ya ocho los años que han pasado desde que Grace desapareció prematuramente de su vida, llevándose consigo la chispa de sus ojos helados, la razón de su afilada sonrisa y la juventud de sus maltratados corazón y alma.

Sólo un café le recuerda que lo único que ahora le queda es su trabajo, un café solo y cargado de tanta cafeína que el alcohol que su hígado soporta cada noche parece desvanecerse en su organismo, desaparecer lentamente y dándole esa lucidez qué tan brillante le hace en su trabajo. Un trago de café, café del malo, del barato del pequeño bar de la esquina. Otro trago de café, "¿qué hay de nuevo, Doug?", le pregunta Steve de camino a su mesa, en la que encuentra un nuevo caso al que dedicar todos sus esfuerzos, al menos hasta que halle el modo de vengar el brutal asesinato de Grace. Un trago más de café, "veamos, ¿qué tenemos por aquí?".



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