jueves, 12 de septiembre de 2013

Capítulo 8.

Sentía los murmullos de la gente incluso antes de sentarse frente a él.
Estaba ahí, a escasos 5 metros de ella. De espaldas. Sentado recto, con las rastas recogidas y la mirada perdida por aquella gran avenida. Su favorita. Sabía cómo acabarían.

—Pensé que me llamaste solo para torturarme.—Dijo él sin a penas moverse. Tenía el oído exquisito. Envidiable. En sus palabras se notaba el odio que sentía hacia el asfalto. Hacia aquella gran ciudad.

—Lo siento, aquí existe el tráfico. Cosa que en Las Islas no hay, supongo. Hace años que no voy a sonsacarte un par de cafés.- Respondió ella mientras se acercaba y se sentaba justo enfrente de él.

Seguía teniendo aquella mirada tan penetrante como el frío que transmitía el azul hielo de sus ojos. Ese hielo ártico. Que hiela hasta el aire.

—¿A qué se debe tu mensaje? Me dejaste intrigado, si te soy sincero, hacía mucho tiempo que no escuchaba tu voz. Ni mucho menos el nombre de Sean de tu propia voz.

—¿Seguís sin hablaros?

—¿Tú qué crees?-Dijo justo antes de llevarse al paladar un sorbo de aquel café solo con hielo.

—A él no le importaría que revivieseis vuestra relación, al fin y al cabo...

—Cállate, no me habéis llamado para hablar de familia ni de relaciones muertas. Queréis armas, ¿verdad? Armas sin identificación. Que no se puedan rastrear. Así que, queréis un asesinato fantasma. De esos que lleváis a cabo, revolucionáis a todos los medios de comunicación y nadie es capaz de descubrir quién ha sido. Porque lo hacéis tan bien, en su mayor parte gracias a las armas que os puedo pasar, que nadie es capaz de seguiros el rastro.  —Le respondió mientras se levantaba, dejaba un billete de cinco euros sobre la mesa y se alejaba, sabiendo que Violet le seguiría.

Horas después, entre gemidos de placer, golpes del cabecero de la cama sobre la roja pared de la habitación alquilada de Violet, él le susurro al oído "admítelo, me necesitas para ser tan buena", le puso las pulsaciones a mil. Y se lo dejó claro clavándole las uñas todavía más fuerte en su espalda.

—Sí, necesito tus armas para ser una asesina en serie tan buena. —Dijo al cabo de una hora, en la cama, desnuda, entre caladas y con los ojos azules de Akil clavados en sus labios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario