jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 2.

Caminaba despacio por las calles de aquella asquerosa ciudad. Caras maquilladas. Pelos engominados. Peluquerías a rebosar. Perfumes en el cuello y en la muñecas. Habitantes de una misma ciudad pero entre ellos nada les une.
Y ella, con su vaqueros oscuros, su camiseta floja que le tapa hasta los muslos y sus viejas y gastadas zapatillas; con pequeñas manchas sabor óxido.
Pasó por delante de una terraza donde dos hombres sin afeitar, con chalecos negros y ojos grises reían entre vasos de cervezas y cigarros a medio acabar.
—Buenas tetas, lástima que haga falta grasa en el resto para que salgan tan hermosas. —dijo uno de ellos, introducción a unas carcajadas sonoras y roncas. Violet se giró. Sabía que iba por ella. Siempre iba por ella.
Se acercó al hombre que pronunció aquel pésimo chiste. Se frenó justo enfrente de él. Con esas "buenas tetas" a la altura de sus ojos. Éste se incorporó en la silla, para disfrutar un poco más de la situación. Ella puso en su cara esa media sonrisa que precedía a todos sus disparos y, cogiéndole las manos y poniéndole cada una de ellas en sus pechos, le dijo:

—Buenas tetas, ¿verdad? Lástima que el resto del cuerpo esté tan lleno de grasa y te quite las ganas del polvo. —dio un paso hacia atrás, lo suficientemente corto como para dejar en manos del desconocido la decisión de si mover sus asquerosas pezuñas y seguir rozando sus pezones o volver a ponerlas sobre el vaso de cerveza.
Eligió la primera opción.
—Vamos, nena, no te pongas así. Si tanta ilusión te hace nos vamos a mi apartamento y disfrutamos un rato. Pero ya sabes como va esto; luego si te veo, no me acuerdo.

Horas más tarde lo único que separaba sus cuerpos era una vieja y roída sábana beige.
—Lo haces bien, lástima que no tengas mejor cuerpo. —dijo mientras se encendía un cigarro. El tercero.
Violet se incorporó de la cama; envolvió su cuerpo en la sábana y se acercó por detrás a él.
—Lástima, lástima, lástima... ¿Sabes? Aquí lo único que no me da lástima eres tú. —le susurró al oído; después, con la sangre a la misma temperatura que el acero, puso el arma sobre su cervical. La c4. Su favorita. Y disparó.
Una V al lado de la entrada de la bala con la propia sangre del aquel cadáver.



—Douglas, buenos días; espero que tu día libre te haya sentado bien. Tenemos un caso para ti. —se escuchó en la oficina nada más entrar Douglas por la puerta.

2 comentarios:

  1. Ay ay ay aaaaaaay por dios. Sab, enhorabuena, como ya te dije. Es que... Ay, me tiene enganchada. Quiero el siguiente yaa.
    Seguid así, pls,
    Lau.

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  2. Qué genial, Sab. Se reconoce que es tuyo, ya sabes, tu sello impregna cada una de las palabras. Y me encanta, me deja muy muy intrigada. Como voy atrasada Yaiza ya ha publicado el siguiente, así que allá voy, no puedo esperar para saber qué pasa. ¡Buen trabajo!

    Sigue así,

    Daw.

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